La evolución de los cultos cuaresmales
A lo largo del año natural, nuestra Hermandad ofrece un importante número de celebraciones litúrgicas vinculadas a las distintas advocaciones intituladas en la cofradía. De todas ellas, la principal es el Triduo que se dedica a nuestros Sagrados Titulares en la tercera semana de Cuaresma, de jueves a sábado. El domingo tiene lugar la solemne Función Principal de Instituto con la que culminan los cultos cuaresmales en honor a Nuestro Divino Pastor Jesús Caído y a Nuestra Señora y Madre de los Dolores.
Pero no siempre fue así. En este artículo daremos algunas pinceladas sobre la evolución de los cultos internos en el tiempo.
Los Quinarios en la Merced
Algunos antiguos hermanos consultados coinciden en recordar la consagración de cultos a nuestros Titulares en el formato de quinarios que tenían lugar en la antigua sede canónica y fundacional de la iglesia de la Merced, de miércoles a domingo. Cuentan con admiración que la masiva afluencia de hermanos y devotos hacía que la iglesia se hiciera muy pequeña. Se recuerda con nostalgia que muchos devotos optaron por llevar asientos de sus propias casas para hacerse un sitio en el templo conventual. Tal era la asistencia que tuvieron que pedir sillas prestadas al antiguo cine de verano.
Una década antes del hundimiento de la iglesia del barrio de la Merced, encontramos soporte documental de la celebración de estos quinarios. En 1953 y del 4 al 8 de febrero, fue predicado por don Rafael Pabón García, ecónomo de la parroquia de Nuestra Señora de Consolación. Al año siguiente, lo hizo fray Leandro de San José, superior de los Carmelitas calzados de Sevilla, del 17 al 21 del mismo mes.
En 1955, del 9 al 13 de febrero, fray Damián de C. Vega, capuchino de la residencia de Jerez de la Frontera, ocupó la sagrada cátedra del quinario. Mientras que dos años después, en 1957, predicó fray Miguel María Barbero, O.C., de la residencia carmelita de Osuna, teniendo lugar entre los días 13 y 17 de febrero.
Y así, irían sucediéndose los quinarios anuales hasta llegar al fatídico 1964. Del 11 al 15 de febrero —como si se tratara de un presagio inevitable—, la hermandad celebró ese año —«accidentalmente»— su quinario cuaresmal dedicado a los Sagrados Titulares en la antigua iglesia conventual de Santo Domingo.
Un mes después, el 12 de marzo en horas de la mañana, se produjo el sorpresivo y fatal hundimiento de la bóveda del presbiterio del templo. Desgraciadamente, la iglesia quedaría desacralizada y no se celebrarían más cultos religiosos desde ese aciago día.
Los Novenarios en las reglas fundacionales
Si nos retrotraemos a los orígenes de la Hermandad, las primeras constituciones no contemplaban la celebración de un quinario sino de un novenario consagrado únicamente a la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Caída.
Recurrimos nuevamente a la fuente de las constituciones primitivas para conocer más detalles sobre los cultos originarios, a cuyo objeto se dedica el «Capítulo 7º. de la asistencia al novenario y día en el que se ha de empezar, y otras fiestas de Semana Santa.»
En aras de acrecentar los sentimientos más piadosos de los hermanos, la singular ascética de las primitivas reglas impregna también este capítulo ya desde su texto introductorio:
«Considerando los portentosos milagros que ha obrado y está obrando nuestro amantísimo Jesús con sus devotos, como tan poderoso, pues por darles bienes espirituales y temporales es un manirroto, pues es una misma Misericordia, un mismo entendimiento, y para implorar con más fervor su auxilio, experimentando sus misericordias para mover muchos más piadosos conciencias, la devoción de nuestra portentosa Imagen, a esta se le ha de hacer novenario...».
Aunque el manuscrito determina unas fechas para estas celebraciones primitivas «...que comenzará el día 30 de agosto y que acabará el día 7 de septiembre...»; el final del capítulo recoge la posibilidad de que se pudieran trasladar al quinto domingo del tiempo de Cuaresma —Domingo de Pasión—, reconociendo en buena lógica ser época más propicia para una hermandad penitencial: «... puede hacerse también desde el Domingo de Lázaro hasta el Domingo de Ramos por tiempo más devoto.»
En cuanto a la participación activa de los hermanos en la petición de limosnas que se recogían durante el novenario, el texto es una arenga en toda regla: «... y todos sus cordiales hijos no pierdan ni dejen perder acción tan heroica y devota, pues solo se les encarga la solicitud, celo y asistencia para fervorizar las almas inclinadas a la devoción de la Imagen y fiado siempre en el que haciéndolo así no les faltará la divina providencia en los menesteres y bienes para fin tan glorioso; solicitando el Fundador a todos los demás hermanos salir a pedir por las calles de esta Villa limosna para este fin.»
Las condiciones económicas de los cultos quedaban naturalmente estipuladas, incluyendo curiosas variantes según los cánticos religiosos:
«Y por estas nueve misas y la asistencia de la Comunidad, dará la Hermandad al Convento ocho reales todos los días y esto se entiende cantando el Miserere la Comunidad, y si no se darán solo seis reales por la misa y asistencia cada día del novenario.»
La Esclavitud debía organizar meticulosamente las acciones litúrgicas y de priostía, en consonancia con la magnitud del acto de culto, tratando de proporcionar la mayor solemnidad posible:
«Y se celebrare una junta para que todos los hermanos ayuden a esto, con lo que pudieren, colocando la imagen en el altar mayor con la decencia posible, poniéndole las luces competentes y manifestando el Santísimo Sacramento todos los días a la hora de la misa mayor. Y a la noche cantará el Miserere la Comunidad si tuviere voces o si los hermanos llevasen diferente música.»
Y para evitar disputas innecesarias, no se deja al albur la designación de quiénes debían portar la sagrada imagen de Nuestro Divino Pastor Jesús Caído durante los actos procesionales:
«El Fundador y la Junta nombrarán los Hermanos que han de llevar al Señor en la procesión de los novenarios, para que no haya competencia alguna.»
De las procesiones
El manuscrito expone la celebración de una solemne y ceremoniosa procesión claustral, en la que debían participar todos los hermanos al uso establecido. Nuevamente se advierte en el texto que la precisión del gasto es altamente minuciosa, quedando prevista la contribución de los hermanos para la reposición del mismo, así como la compensación que les correspondía en caso de ausentarse:
«Y el último día ha de haber procesión claustral, según la posibilidad de las limosnas, y en esta procesión han de ir los Hermanos delante de la comunidad, todos inmediatos con sus cirios o hachas, según lo determinare la Hermandad. Y las Hermanas irán detrás de la Imagen. Y el Hermano que no asistiere sin tener impedimento preciso, pagará una libra de cera para el culto de la capilla del Señor; y la cera que gastarán los cirios o hachas, así en esta procesión como en las de Semana Santa, ha de pagar cada hermano la que hubiere gastado su cirio o hacha. Y en esta procesión de novenario es preciso que todos los hermanos lleven vestidos negros como referido queda en el capítulo 1o.»
El capítulo 7º. también incluye unas líneas a la organización de la procesión de la cofradía en la Semana Mayor, cuando se realizaba la estación de penitencia en Domingo de Ramos. El texto es una llamada al orden y a las conciencias de los hermanos, instando al mayor decoro, sobriedad y compostura que correspondía seguir en tan magna procesión, y en evitación de episodios de descrédito que, tal vez, pudiesen haber acontecido en tiempos no muy lejanos, según colegimos del tenor literal empleado:
«Y en la de Semana Santa todos asistirán con túnicas y sus caras descubiertas, y así irán con más devoción, porque suele donde hay muchos haber uno malo, y este por alguna acción escandalosa quita el crédito a la Hermandad y yendo con las caras manifiestas no se determinará alguno a hacer cosa que no sea muy lícita y decente. Y si alguno por esta propuesta no quisiere asistir a dicha función de Semana Santa, será excluído de la Hermandad, y así se encarga que en la asistencia de estas funciones sean estables y firmes, gloriándose todos de asistir como pajes de todo un Dios.»
El Triduo actual
Tras el inevitable traslado a la actual sede canónica de la cofradía en la iglesia del antiguo convento de los dominicos, la Hermandad decidió cambiar la celebración anual de quinarios por el formato de Triduo y Función Principal de Instituto que todos conocemos. No tenemos referencias exactas de cuándo sucedió, pero nos inclinamos a pensar que pudo concretarse hacia finales de los 60 o inicios de los 70 del pasado siglo.
El comienzo de la década de los 70 estuvo marcado por cierta atonía y decadencia de las cofradías. Se manifestaba una escasa implicación de los jóvenes, así como una mínima asistencia y colaboración de hermanos y devotos en preparativos y cultos. En este contexto de general apatía y deslucimiento no extraña que se concentraran los días dedicados a la liturgia, buscando un mayor recogimiento de la hermandad.
Desde que se adoptara este modelo de celebración sólo nos consta una excepción. Fue en el año 2005 y con motivo de la programación de actos conmemorativos del III centenario fundacional, cuando se decidió recuperar -simbólicamente- el quinario en honor a nuestros sagrados titulares.
Los últimos cultos cuaresmales
Es por todos conocido que las últimas celebraciones de cultos en honor a nuestros sagrados Titulares han estado marcadas por circunstancias sanitarias extraordinarias. En 2020 sólo pudo realizarse el primer día, pues el confinamiento de la población y el cierre de toda actividad no esencial decretado por el Gobierno de la Nación, provocaron su forzosa interrupción.
En 2021, sí ha podido finalizarse pero con excepcionales medidas preventivas que han limitado el aforo de la iglesia de Santo Domingo al 50% y han impedido el desarrollo de actos tradicionales y de convivencia entre los hermanos.
Esta reciente celebración se ha caracterizado también por otra particularidad derivada de los avances tecnológicos a nuestro alcance. Ha sido la primera vez que los cultos han podido seguirse en riguroso directo por canales vía internet, mediante su reproducción a través de cualquier soporte informático, televisivo o de telefonía móvil.
Son tiempos de reinventarse y adaptarse a las diferentes y cambiantes circunstancias. Hay que levantarse, no queda otra. Como viene demostrando nuestra Hermandad a lo largo de su prolija historia. Como simboliza la advocación de Nuestro Padre Jesús Caído, a cuya protección siempre nos encomendamos.
J.C.M. 24/04/2021