La última vecina de la Merced
Publicado en MERCED, nº 6 —Septiembre, 2022—
«JESÚS CAÍDO, EN LA MERCED, VIENE A SU CASA»
Doña Ángeles Martín Martínez, última vecina viva de la plaza
que conoció allí a la Hermandad, evoca sus vivencias.-«El
Jueves Santo me enteré cinco minutos antes de que el Señor y
la Virgen se acercarían a mi casa».-Un tío suyo, fallecido a
los 21 años, fue hermano y está enterrado en el panteón
Nacida en la calle Martos
—No veo la de Jesús Caído... —le indiqué imprudentemente—
—¡Cómo que no! ¡Aquí están los dos! El Señor y la Virgen. ¡Cómo no iban a estar!
—¡Verdad...! ¡Qué despiste! ¡Perdón! Y ahora dígame, ¿siempre vivió en la plaza de la Merced?
—No, pero nací cerca de aquí, en la calle Martos, en el año treinta y
cuatro. Éramos cuatro hermanos: Enrique, Pepe, ya fallecidos; Rosario,
que vive en Madrid, y yo. De allí pasé a la calle Nueva, a una casa con
nueve vecinos. Cuando me casé me mudé a la calle Cueto, donde nació
mi hijo mayor, Paco. Después mi marido compró esta casa. Mi hijo
tendría dos años cuando nos mudamos aquí.
La Casa del Cura
Doña Ángeles se casó muy joven, años 50, con don Antonio Delgado Jiménez, popularmente conocido como Rebañito, infatigable trabajador hasta el final de sus días, en 2007, a los 75 años. A Antonio Rebañito no le asustó nunca trabajo alguno, sabedor como era de que el trabajo no supone jamás un desdoro. ¡Hasta llegó a realizar de matute algún que otro tétrico transporte de frío contenido...! Fueron padres de seis hijos: Paco, Enrique, Isabel, Ángeles (Chica), José Antonio (Choli) y Laura.
—O sea, más de 60 años viviendo en la plaza de la Merced...
—Sí. Esta casa donde vivo era conocida entre el pueblo como la Casa del Cura.
—¿La Casa del Cura? No sabía que se llamará así. ¿Qué cura era?
—Ni idea. Sería llamada así por alguno que tuviese la iglesia de la Merced. ¡Pero no te puedes imaginar cómo nos la encontramos! El suelo estaba empedrado. ¡Y qué de ratas y ratones...! Tercia Laura, la hija menor, presente junto a su marido, César.
—Mi padre obró poco a poco la casa, que se puede decir está hecha de recortes.
En este punto, doña Ángeles apunta:
—Al principio, antes de que llegase el agua corriente a las casas,
Antonio iba a la Fuente Nueva por agua para la obra.
En la casa no faltaron los animales —cabras, vacas, cochinos,...— cuyo traslado a las cuadras era realmente inverosímil, dada la estructura del inmueble. Animales cuya explotación servía para sacar adelante la prole y protagonistas que fueron en alguna que otra simpática (y lluviosa) anécdota.
El hospital y la iglesia
Otros tiempos. En el inmediato y antiguo convento de la Merced, junto a la iglesia, se hallaba el hospital municipal, que en el año 1964 fue trasladado al edificio del antiguo Pósito, inmueble que acogiera también la Audiencia y la Zona Militar, en las cercanías de la iglesia de la Victoria. El hospital se halla desde 1993 en su ubicación actual, ya con categoría de hospital comarcal. Evocar la época del hospital en la Merced supone rememorar tiempos de los doctores don Emilio Fernández, don José y don Manuel Mazuelos, el primero cofrade de Jesús Caído mientras que el segundo desempeñó con gran acierto la Alcaldía; don Eduardo Díaz, don Francisco Banqueri, don Ángel Caraballo, don Luis Miguel Olavarría...
—Recuerdo las monjas que atendían en el hospital y, por supuesto,
las matronas: Carmelita Lobo, que murió el 5 de mayo de 2021, en el Día
Internacional de la Matrona, y quiso ser enterrada en Osuna a pesar de
que vivía en Sevilla; Dolores Castro, Marcelina Carrasco, La Moralita,...
Muchos enfermos, por no decir todos, se pasaban por la iglesia para rezarle a Jesús Caído una vez les daban el alta.
—¡No me diga!
—Sí, entraba mucha gente a verlo y rezarle. Una mujer de la calle Nueva, Mariquita, se hincaba de rodillas todas las mañanas, a temprana hora, ante la puerta de la iglesia para rezarle. Yo le decía a mis hijos, que eran unos críos: «Venga, venga, a levantarse, que ya está la mujer rezando en la calle.» Y mi abuela...
—Continúe.
—Mi abuela materna, Ángeles Cordero Moreno, decía que Jesús Caído
era suyo y era lo más grande del mundo. Mi abuelo, José Martínez
Aranda, era panadero y no quería que sus hijos siguieran su oficio. Uno
de ellos, mi tío José Martínez Cordero, fue hermano de la Cofradía.
Murió muy joven, a los 21 años, y está enterrado en el panteón de la
Hermandad. Por eso, la abuela Ángeles decía que Jesús Caído era suyo.
Las saetas al Señor de la Caída
—Cuénteme más cosas, doña Ángeles.
—En la iglesia se decía misa nada más que los domingos, pero la plaza la limpiaban los barrenderos todos los días y eso no pasa ahora.
—¿Y la salida y la entrada de la cofradía?
—Eran muy bonitas. ¡Y no veas la cantidad de saetas que le cantaban! Como las saetas de los Maraver. Lloraban hasta las piedras y la gente, muchísima, que aquí se juntaba pedía a los capataces que no metieran los pasos en la iglesia.
—¿Qué recuerda del día en que cayó la cúpula de la iglesia? Se detiene en sus evocaciones. Su cara dibuja sorpresa.
—La verdad es que no recuerdo nada...
Llegados aquí, diríase que la memoria ha activado un mecanismo de defensa y borrado en el disco duro de los recuerdos momentos desagradables con una selectiva eliminación. Pero...
—Sacaron los escombros por la calle Labrador -añade al momento
doña Ángeles-. Cuando se llevaron el retablo mayor, en esa calle
colocaron un cartel indicando que iba para Triana.
El rayo, el robo de la campana...
Más cercanos en el tiempo, muchísimo más, en torno a la Merced están los episodios del rayo que hirió un rincón de la esbelta y airosa torre, en 1994, o el robo de la campana, en 1998, inexplicable y rocambolesco caso, ya casi perdido en la memoria de Osuna.
Tras el hundimiento de la bóveda del presbiterio en 1964, hecho que determinó el desmantelamiento de la iglesia, la fábrica del templo fue reconstruida y la torre, restaurada. De las obras hace 50 años. Pero la Hermandad nunca regresó. En la fresca mañana de domingo de primeros del mes de julio en que se celebró esta conversación, un firme andamiaje rodea prácticamente todo el cuerpo de la torre, a la que el tiempo y el rayo del 94 han marcado, y anda necesitada con urgencia de consolidación y remozamiento.
—Echo de menos —señala doña Ángeles— a Jesús Caído en la Merced. ¡Cómo me gustaría que volviera para siempre! Nos despedimos. Todo un placer charlar un rato con la última vecina viva de la Hermandad de sus tiempos en la Merced. Pero antes de irme, un recordatorio...
—El Jueves Santo no pude ofrecerles flores al Señor y la Virgen. Que sepáis que las llevaré a su capilla en Santo Domingo.
José María AGUILAR
(P/S.- Unos días después de la celebración de la entrevista, doña Ángeles
sufrió una caída. Fue operada de la cadera. Pasó por momentos delicados y pedimos a nuestros Sagrados Titulares por su completa recuperación. El día 20 de septiembre, César Duque —su yerno— nos comunicó la triste noticia de su fallecimiento. Descanse en paz.)