
La Columna | José María Aguilar. 24/04/2025
Papa Francisco, con F de futbolero
Cardenal arzobispo de Buenos Aires hasta 2013 e hincha declarado del club San Lorenzo de Almagro, rezaba en la catedral metropolitana ante el conocido como Cristo de los Futbolistas.—Se trata del Señor del Gran Amor, imagen esculpida en Sevilla por el escultor Luis Álvarez Duarte por mediación de los ex jugadores sevillistas Héctor Scotta y Daniel Bertoni.—El simulacro lleva en su interior un escudo del Sevilla y otro del Betis
Todo el mundo, y no sólo el orbe cristiano, se sintió sobresaltado en la mañana del Lunes de Pascua del Año Santo Jubilar de 2025. La inesperada noticia de la muerte del Papa Francisco conmovió a todos, creyentes o no. Tan sólo unas horas antes, el vicario de Cristo había estado presente en la plaza de San Pedro para impartir la bendición Urbi et Orbi en la Pascua de Resurrección, acontecimiento medular de nuestra fe. Poco después, Dios quiso llamarlo junto a Él.
Al menos hasta este sábado, día fijado para el funeral corpore insepulto, la desaparición del romano Pontífice seguirá llenando páginas de periódicos y horas de radio y televisión. Todos los perfiles —eclesiales, personales, sociales…— de Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio Sívori en Buenos Aires, han sido y serán recordados. Entre ellos, el de su pasión por el fútbol, como socio y seguidor declarado que fue del club San Lorenzo, del barrio de Almagro bonaerense. Su equipo tenía que llevar nombre del catálogo de santos.
El Papa Francisco, con F de futbolero, se marchó a la Casa del Padre tan sólo unas horas después del óbito en Buenos Aires de una vieja gloria del fútbol gaucho: Hugo Gatti, el Loco Gatti, irrepetible arquero, pues así llaman los argentinos al portero, quien llegó a jugar tanto en el River Plate como en el Boca Juniors. Algo así como estar en el Sevilla y luego en el Betis, o viceversa.
Solemne bendición
En 1980, en plena dictadura militar en Argentina, el padre Jorge Bergoglio, jesuita, ordenado presbítero en diciembre de 1969, era rector del Colegio Máximo de San Miguel y titular de la parroquia del Patriarca San José, ubicada en el humilde barrio del mismo nombre en Buenos Aires.
El día 5 de enero de 1981, en pleno verano austral y vísperas de la solemnidad de la Epifanía del Señor, en la catedral metropolitana bonaerense, dedicada a la Santísima Trinidad, el cardenal arzobispo Juan Carlos Aramburu, primado de Argentina, bendijo en solemne ceremonia una singular imagen del Señor Cautivo que había sido esculpida en Sevilla. Entronizado el simulacro como Señor del Gran Amor, desde el primer momento el pueblo comenzó a llamarlo el Cristo de los Futbolistas por razón que a continuación será expuesta.
Ante él rezó muchas veces el padre Jorge, fiel hincha del San Lorenzo como se ha indicado, que quedó ordenado obispo auxiliar de Buenos Aires en 1992. En 1997 fue nombrado arzobispo coadjutor bonaerense, y en 1998, arzobispo y primado de Argentina. San Juan Pablo II lo creó cardenal en 2001.
En su Buenos Aires querido, monseñor Bergoglio permaneció hasta marzo de 2013. Hubo de asistir al cónclave para elegir al sustituto del Papa Benedicto XVI, quien había renunciado a la Silla de San Pedro. Nunca volvió a la capital del antiguo Virreinato del Río de la Plata.
Cómo se gestó la imagen del Cautivo
Pero, ¿cómo llegó la imagen del Señor del Gran Amor, vulgo Cristo de los Futbolistas, hasta la Argentina, cuya selección nacional era entonces, como ahora, vigente campeona del mundo?
Monseñor Daniel José Keegan, rector de la catedral bonaerense entre 1969 y 1988, viajó a Roma en noviembre de 1979 para asistir a un congreso. Luego visitó Inglaterra, Suiza y España.
Hasta Sevilla llegó con la intención de contratar la hechura de una imagen del Señor Cautivo para su entronización en la seo metropolitana. Para localizar a un imaginero de prestigio y ajustarse con él se sirvió de un compatriota: su tocayo Daniel Bertoni, campeón del mundo en Argentina 78, antigua estrella junto a Bochini en el Independiente de Avellaneda y en ese momento puntero izquierdo del Sevilla F. C.
Bertoni, quien formaba pareja delantera en el Sevilla con otro argentino, el puntero derecho Héctor Scotta, fichado del San Lorenzo de Almagro precisamente, consultó con un compañero de equipo, el muy macareno Pablo Blanco. Éste le sugirió que hablara con Pedro Marco, primer secretario técnico que tuvo el club de Nervión y entendido en imaginería. Faltaba sólo celebrar el encuentro…
El balón en largo que monseñor Keegan había lanzado a Bertoni, ocasional monaguillo para el prelado al igual que lo fue Scotta, surtió efecto pronto. Ambos delanteros, muy creyentes, siempre agradecían sus goles a Dios.
Una vez en Sevilla, y por la banda de la devoción, Keegan visitó la basílica de la Macarena, donde quedó prendado del Señor de la Sentencia. La devoción se confundió con la emoción. «¡Ojalá pudiéramos tener, allá en Buenos Aires, una imagen del Señor como ésta, tan linda...!», proclamó. Sólo faltaba fichar al escultor…
El artista habría de ser Luis Álvarez Duarte, a quien se le encargó la talla de un Cautivo, cuya creación sufragaron Bertoni y Scotta junto a otros futbolistas gauchos. De esta forma lograron convertir un gol histórico para la devoción del pueblo argentino.

Primer golpe de gubia
En los primeros días de enero de 1980 se dio el primer golpe de gubia, por los dos delanteros, en presencia de Pablo Blanco, acto que quedó recogido en la portada de El Correo de Andalucía. Durante siete meses, casi una temporada futbolera, Álvarez Duarte se esmeró en su estudio-taller de la calle Aguiar para esculpir la imagen del Cautivo en bloques de cedro traídos desde Guinea. Casi cien kilos de madera, según apuntó la Hoja del Lunes.
Cumpliendo con una antigua costumbre, el artífice, que fue su propio modelo para fijar las proporciones de la figura, depositó en el interior del simulacro —1,87 metros de altura— un pergamino para datar su hechura. Scotta y Bertoni le pidieron que en el documento pintara un escudo del Sevilla F. C. Duarte añadió otro del Betis, su equipo.
En septiembre de 1980, monseñor Keegan regresó a Sevilla para supervisar el traslado de la imagen del Señor hasta Buenos Aires, adonde fue transportada en un avión de las Fuerzas Aéreas Argentinas. Antes de cruzar el Charco, la talla estuvo expuesta en la casa hermandad de Los Gitanos.
Los sastres Cerezal y Osuna
El Cautivo lució túnica de raso morado-ceniza, como la del Señor del Gran Poder. Le fue confeccionada por el sastre Petete Cerezal, que fue quien lo vistió. Más de 30 años después, Cerezal le realizó otra túnica para su ajuar.
La famosa saga sevillana de sastres de los Cerezal tuvo su origen en Osuna. Aquí, a la sombra de la Colegiata, nació en 1877 Jerónimo Pérez Cerezal, segunda generación familiar en el oficio. Hijo de José Pérez Palomo y Cándida Cerezal Silgado, Jerónimo decidió dejar su pueblo natal y abrirse camino en un taller de sastrería en Sevilla, a la vera de la plaza del Salvador.
Con la túnica que le cortó Petete, nieto del ursaonense Jerónimo, la imagen salida del taller de Álvarez Duarte viajó hasta Buenos Aires. En su catedral, que tuvo en 1620 como primer obispo a un sevillano, fray Pedro Carranza, la bendijo el cardenal Aramburu en enero de 1981. Al solemne acto asistieron Scotta y Bertoni, que ya no jugaban en el Sevilla, y Álvarez Duarte. El escultor falleció en septiembre de 2019.
Argentina ya tenía su Señor del Gran Amor. Su Cristo de los Futbolistas. Un Cautivo sevillano cuyo rostro recuerda al del Cristo de la Sed, el crucificado labrado por Álvarez Duarte que el Miércoles Santo pasa en procesión muy cerca del estadio Ramón Sánchez-Pizjuán y bendice al barrio de Nervión.
El padre Jorge le rezó muchas veces al Cristo de los Futbolistas. También como cardenal primado. Ya en Roma, como Papa Francisco, mismo nombre que el de un extraordinario jugador que fue del Sevilla, nacido en Osuna, internacional y mundialista, siguió acordándose de su Cristo sevillano. El venerando Señor del Gran Amor que preside un multitudinario vía crucis, al que asisten muchos futbolistas, en la otoñal anochecida del Viernes Santo bonaerense.